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Internet, la gran conversación (página 2)



Partes: 1, 2

Aun es pronto para advertir con precisión los alcances de
esta guerra y los atributos
mediáticos que a la
postre se le hayan de reconocer, aunque ha quedado claro el
intenso empleo de los medios  tanto por parte
del terrorismo como del gobierno de Estados Unidos. En varios
momentos los medios de mayor cobertura han quedado acaparados por
las imágenes y el discurso suscitados por uno u
otro de esos actores desde los atentados del 11 de septiembre
(fecha a partir de la cual hemos visto centenares de veces las
siempre crispantes imágenes de los aviones
estrellándose contra las torres neoyorquinas) hasta la
propagación de los videos que mostraron a Bin Laden
arengando o ufanándose de aquellos acontecimientos.

La polarización mediática ha sido determinada tanto
por el enorme dramatismo de tales hechos como por la censura y
las exigencias del gobierno de Washington que ha presionado
especialmente a los grandes medios en los Estados Unidos. En ese
panorama Internet ha sido un espacio propicio para
que se conozcan y confronten otras voces, capaces de contribuir a
establecer un panorama menos esquemático y más
útil para entender esta nueva guerra.

Así que de la misma manera que horas y días
después de los atentados del 11-S Internet afianzó sus
rasgos como espacio de expresión abierta y diversa -y
también informadora y solidaria- gracias al interés de millones de
usuarios que se asomaron a ella para decir sus inquietudes y
conocer las de otros, esa capacidad fue manifiesta delante de la
parcialidad de los medios de comunicación
convencionales.

La red de redes: sitio, espacio y medio

Internet propaga mensajes similares, o idénticos, a los
que suelen distribuirse por los medios convencionales.
Además difunde contenidos que habitualmente no encuentran
cabida en la televisión, la radio o la prensa industriales. Es un
medio de comunicación pero
además es un lugar o un conjunto de
sitios que pueden ser visitados, creados o incluso modificados
por sus usuarios. Y también es un espacio
social
(Poster 2001: 176) en donde convergen las
más diversas expresiones.

¿Qué define a un medio de comunicación? Vale la
pena recordar, aunque parezca un tanto obvio, que los medios
comunican a partir de sus capacidades para
llevar mensajes de un sitio a otro. Pero el acto de comunicar no
se resuelve en la mera transmisión de un mensaje sino cuando
es recibido. Para que haya comunicación, como establecieron
los viejos patriarcas del estudio de esta disciplina, se precisa la
existencia de emisor y receptor. Muchos incluso, consideraban que
el acto de comunicar solamente se realizaba cuando el receptor
podía, a su vez, responder al mensaje que recibió.

Si no hay comunicación sin receptor es preciso advertir
que la forma en que un mensaje es entendido -decodificado, como
gustan decir algunos autores- depende entre otros factores del
contexto del receptor. Una noticia sobre
secuestros de aviones la entenderé de manera distinta si
estoy a punto de tomar una aeronave; el reporte del clima en Hamburgo me
resultará indiferente si no conozco a nadie o no pienso
viajar a esa ciudad; si tengo el televisor encendido al mismo
tiempo que desayuno y leo
el periódico la atención a lo que
allí se dice resultará mucho menor a la que tengo
cuando no hago mas que contemplar y escuchar los mensajes que
surgen de la pantalla. El acto de comunicar se resuelve de
maneras diferentes y un mismo mensaje adquiere implicaciones y
significados según la situación -física, emocional, cognitiva,
etcétera- de quien lo recibe.

La comunicación implica
un continente, es decir, el mecanismo
merced al cual un mensaje es enviado; en segundo término
requiere de un contenido que es aquello
que se comunica. Muchas de las descripciones tradicionales del
proceso de comunicación
se agotan en el acto en el cual un mensaje es propagado (es
decir, en la caracterización del continente y el contenido).
Pero la relación emisor-receptor depende, para ser tal, del
estado en el que ese mensaje
será recibido y, entonces, entendido.

En otras palabras, la comunicación es mensaje y
además, parafraseando a Ortega y Gasset, el receptor es
él y su circunstancia. Para que el proceso de
comunicación culmine y a fin de que sea posible entender
cómo se desarrolla hay que tomar en cuenta, además del
continente  y el
contenido, al
contexto en el cual un mensaje se
decodifica.

Esa circunstancia es creada, en parte, por las
características técnicas del medio (la
televisión reclama la
mirada y el oído, el diario requiere que
abramos sus páginas manualmente, etc.) y por condiciones
materiales y anímicas del
receptor. Cada medio tiene lenguajes y estilos que condicionan
las maneras como sus mensajes pueden ser aprehendidos. La
televisión, exigente con
sus audiencias, impone una atracción magnética; la
radio envuelve a través
del oído y provoca la imaginación; la prensa obliga a
un esfuerzo de concentración peculiar con la vista y la
atención fijas. Todo esto es muy evidente. Pero hasta ahora
se ha reflexionado poco acerca de las condiciones que Internet
produce como medio de comunicación y que, a su vez,
condicionan las maneras en que sus mensajes son percibidos.

Cibernautas del multimedia y el hipertexto

La singularidad de un medio de comunicación depende de
las capacidades que tenga para interesar e involucrar a los
destinatarios de sus mensajes. Por ejemplo, la proyección de
una película en una sala cinematográfica es envolvente
y la pantalla, iluminada en medio de un entorno oscuro, nos
obliga a supeditarnos a la sucesión de imágenes que
desfilan sobre ella. La televisión requiere que nos
coloquemos frente a ella y su eficacia radica en la
combinación de imágenes y sonido que se sobreponen a su
entorno -si queremos conversar con alguien es preciso reducir el
volumen del sonido y si la
charla es algo más que casual debemos apartar la mirada del
televisor para ver a nuestro interlocutor-­.

¿Cuál es el contexto que establece la
comunicación a través de la computadora y
específicamente Internet? ¿Qué exigencias y
condiciones implica esta forma de comunicación? En la Red se
pueden reconocer la atracción visual, de intensidad que
llega a ser hipnótica, que tiene la televisión.
También tenemos texto e imágenes fijas
como en la prensa y sonido igual que en la radio.

Inclusive algunos de los hábitos en el consumo de los medios
tradicionales se reproducen en Internet. Igual que pasamos las
páginas de un diario podemos recorrer una página en la
red deslizando el cursor. Así como hacemos
zapping delante del televisor es posible
brincar de uno a otro sitio web. De la
misma manera que podemos leer una revista mientras escuchamos un
disco de música, podemos acompañar nuestra
exploración en Internet con sonido de fondo. Todas esas son
rutinas en el empleo de los medios convencionales que ha sido
posible trasladar al uso de Internet. Pero la red de redes no se
singulariza por su atracción visual, ni por la posibilidad
de incorporar sonido, ni por su capacidad para propagar
imágenes y texto. Lo que distingue a Internet de otros
medios es la amalgama de todos esos formatos y recursos y su carácter abierto tanto en
la variedad de contenidos, como en las opciones que ofrece para
que sus consumidores interactúen -o no- delante de ellos. Se
trata de un instrumento multimedia y con capacidades de
intercambio recíproco.

El profesor Charles Soukup ha
identificado las actitudes más frecuentes
en la aproximación de los estudiosos de los medios a la
comunicación mediada por computadora (CMC): "En
general, los investigadores y teóricos se han acercado a la
CMC desde tres amplias perspectivas. Primero, un grupo pionero de
investigadores vio al contexto de la CMC como impersonal,
técnico y distante. En respuesta a esa investigación temprana, un
segundo grupo de investigadores miró a la CMC como personal, normativa y compleja.
En tercer término, muchos académicos críticos y
retóricos han ofrecido su análisis de las
implicaciones sociales de la CMC. Desafortunadamente… esas
perspectivas a menudo han sobre enfatizado los códigos
textuales de la CMC y han fracasado al registrar las complejas
aplicaciones multimedia" (Soukup 2000: 411).

La red de redes se apoya en formatos multimedia y sus
contenidos se relacionan de manera versátil y flexible a
través de enlaces de hipertexto. La multimedia implica la
fusión de recursos de los
medios tradicionales -audio, texto, video– gracias a la
digitalización de la información. El hipertexto
resulta del empleo de programas de cómputo para
ofrecer distintas opciones de recorrido "a partir de un texto
principal, donde el usuario puede vincular información
secundaria o explorar referencias cruzadas de manera no lineal"
(Regil 2001: 23). Las ligas que aparecen en una página web nos permiten
saltar a otro lugar de ese sitio o a un domicilio diferente
dentro de la red de redes de tal manera que tenemos la capacidad
de organizar nuestra lectura de acuerdo
con nuestros intereses y prioridades.

Cuando leemos un libro nos ajustamos al
recorrido que su autor ha establecido previamente. Cuando pasamos
por las páginas de una revista elegimos en qué textos o
fotografías detenernos pero siempre dentro de los confines
de esa publicación impresa. En Internet en cambio según nuestros
caprichos o inclinaciones podemos organizar nuestra lectura, dicho sea de la
manera más amplia porque en la pantalla no
leemos solo caracteres
lingüísticos sino además imágenes y sonidos
-y ya se incursiona en la incorporación de sensaciones
táctiles y olfativas e incluso sabores que podrán ser
percibidos a través de instrumentos incorporados al
ordenador-.

La organización multimedia
de los contenidos en la red de redes no propone caminos
únicos sino tantas rutas como quiera el afán
exploratorio del consumidor de esa
información. Desde luego casi siempre hay opciones que sus
editores proponen para aprehender los contenidos de un sitio
web, especialmente aquellos que reproducen
contenidos de los medios tradicionales. La página en
Internet de un periódico que además
circula de manera convencional imita la lógica de la edición impresa: primera
plana, secciones de finanzas, deportes, comentarios, etcétera. El usuario
puede seguir ese orden tradicional o modificarlo, de la misma
manera que quienes prefieren comenzar por la sección
deportiva del diario. Pero a diferencia del lector de la
edición en papel y tinta, el consumidor de la versión
electrónica puede volver o
avanzar a cualquier zona del periódico tan solo con hacer
click en una liga de hipertexto.

   El consumo de contenidos en este formato exige de
un comportamiento más activo
que el de quien mira el televisor o pasa las páginas de un
diario. A diferencia de la lectura lineal, la
comunicación hipertextual asume características de un
viaje. Con razón, al uso de Internet se le llega a denominar
navegación. Nadie habla de navegar a través del
televisor pero sí mediante la red de redes.

   No hay telenautas pero sí cibernautas: esa
connotación de desplazamiento y migración se la confieren a
Internet y a sus usuarios tres características: a) las
dimensiones de la red de redes, b) la ubicuidad constante de sus
sitios independientemente del emplazamiento desde donde los
rastreemos gracias a nuestro navegador y c) la posibilidad de
brincar de un sitio a otro en un recorrido que trasciende
entonces la lógica del desplazamiento lineal y territorial
que hasta ahora había sido convencional.

Multimedia + interacción =
hipermedia

   Otra diferencia definitoria y esencial entre
Internet y los medios convencionales radica en las cuantía
de los canales emisores y en las dimensiones de los contenidos.
La televisión, incluso actualmente cuando es posible la
recepción de centenares de canales a través de una sola
antena satelital o por un solo cable tiene una capacidad
limitada: no podemos recibir más señales que las que pasan
por el traspondedor del satélite o las que pueden ser
conducidas en la fibra óptica. Un diario o
una revista son acotados por el continente de sus mensajes que
son las páginas en las que puede imprimir.

   En cambio en Internet el continente y los
contenidos tienen capacidades cuantitativamente ilimitadas -o
casi-. La cantidad de sonidos, imágenes fijas o en movimiento, texto y cualquier
tipo de archivos digitalizados que puede
albergar la Red es tan amplia como la capacidad de almacenamiento de las computadoras que alojan
páginas y sitios web.

   Navegar por Internet es, potencialmente al menos,
una aventura que puede cursar por senderos versátiles,
exuberantes e incluso inesperados. El formato multimedia
enriquecido por las características digitales -aunque con la
limitación que todavía significa el llamado ancho de
banda al que nos referimos más adelante- amplía las
capacidades que cada medio tiene por separado. Ese atributo,
 al amalgamarse con la vasta capacidad de almacenamiento que
le confiere su condición de red de redes, sin un centro
único y diversificada en centenares de miles o millones de
computadoras que alojan contenidos, permite que Internet sea un
medio de medios: el multimedia que alcanza la condición de
hipermedia.

   El hipermedia mezcla atributos de los medios
convencionales, propone opciones versátiles para la
apropiación de los mensajes y exige una atención e
incluso un compromiso intensos por parte de sus usuarios. Por
hipermedia se entiende el: "Sistema informático de
combinación de texto, imagen y audio, diseñado y
producido con intenciones determinadas, que -en términos
generales- pueden ser: educar, entretener o informar. Una vez
producido, las formas de interrelacionar los elementos del
conjunto, dependerán de la capacidad de interacción
usuario-contenido. Su característica fundamental, y
quizás la más revolucionaria, es la posibilidad de
enlace entre diferentes medios que lo componen (texto, imagen y
audio). Particularidad que permite la ruptura de la estructura lineal, presente de
hecho, hasta hace poco, en todos los medios" (Regil 2001:
50).

   Los medios tradicionales difunden hacia
públicos masivos, en tanto que Internet propaga sus
contenidos a audiencias de lo más diversas
-independientemente de que sean abundantes o limitadas-. Esos
contenidos son finitos en los medios tradicionales pero Internet
prácticamente no tiene barreras para albergar toda clase de mensajes. A los
medios convencionales se les suele consumir en localidades
específicas (con excepción de casos peculiares como el
que constituye la CNN, de alcance planetario o casi) y a Internet
se puede acceder dondequiera que haya computadora, módem,
línea telefónica o otra clase de conexión a la red
de redes.

   En algunos aspectos Internet supera
características de los medios tradicionales. En otros, no.
De hecho, ponerla en contraste con ellos no constituye la mejor
manera de entenderla. Si estamos de acuerdo en que Internet es
un medio de comunicación
específico, distinto a otros aunque tenga rasgos de los
medios tradicionales, también podremos admitir que no es
necesario encontrarle ventajas sobre ellos para advertir sus
posibilidades distintivas.

   Sin embargo el discurso más frecuente acerca
del futuro de Internet como medio de comunicación sugiere
que solo alcanzará sus capacidades plenas cuando haya podido
fusionarse con la televisión. Pareciera que los promotores
industriales y los diseñadores técnicos de la red de
redes no estarán satisfechos sino hasta que Internet
desplace a la televisión tal y como la conocemos hasta
ahora.

   Posiblemente con el tiempo, además del
desarrollo tecnológico y
su propagación entre la gente, Internet quede incorporada a
un sistema de comunicaciones que se difunda
por canales de información digital diseminados a la manera
en que ahora funciona la red de redes. La televisión, o el
dispositivo multimedia que la sustituya, será una de las
vías de salida, aunque no la única, de los contenidos
que ahora conocemos a través de Internet y de los muchos
más que serán elaborados y colocados en línea.
Pero es difícil hacer pronósticos tajantes, de la
misma forma que resulta apresurado decir que Internet no se
realizará como medio de comunicación sino hasta que esa
simbiosis tenga lugar.

Angosto ancho de banda y extensa
brecha digital

Aunque al terminar el primer año del siglo XXI la
capacidad de la red de redes es notablemente superior a la que
tenía una década antes, cuando surgió la
world wide web, todavía es casi
imposible recibir a través de Internet mensajes
audiovisuales de un tamaño similar a los que obtenemos a
través de la televisión. Quienquiera que haya visto
televisión difundida por Internet conoce su deficiente
calidad, resultado tanto de la
velocidad con que se
envían por la Red  los paquetes de información
como de la memoria no siempre
óptima de los equipos de cómputo que empleamos para
conectarnos a ella. El desarrollo de las comunicaciones
electrónicas llegará a ofrecer velocidades muy
superiores pero para ello faltan varios años, incluso con la
propagación de conexiones satelitales que son notoriamente
más rápidas pero de mayor costo que las que se apoyan en la
línea telefónica o en el cable coaxial.

El "ancho de banda" (bandwith) como se
le llama a la cantidad de datos que se pueden transmitir
por una línea conectada a Internet, aun no permite la
difusión de señales audiovisuales de calidad
equiparable a la que tenemos en la televisión convencional.
Sin embargo ya es usual la difusión por Internet de
estaciones de radio con un sonido de calidad digital aunque
eventualmente interrumpido por las desconexiones o las
alteraciones en el enlace de un equipo de cómputo a
otro.

   La escasez del ancho de banda se
resolverá conforme se desarrolle la tecnología, lo cual irá
acompañado de inversiones financieras que
harán posible esa evolución. En cambio para
solucionar la otra gran limitación que tiene Internet y que
es su pobre presencia en la mayor parte de los países se
requieren tecnología y dinero, pero también
políticas estatales que
no siempre cuentan con la permanencia, la solidez, los recursos y
la visión de futuro que se necesitan para la
propagación de la red de redes. En tanto que en los
países más desarrollados en América del Norte y
Europa los usuarios de Internet a
fines de 2001 alcanzan ya a la cuarta parte de la población y en algunos
casos llegan a la mitad o más, en el resto del mundo
representan unos cuantos puntos porcentuales.

   En el umbral de 2002 en Australia el 26% de la
población tiene conexión a Internet, en Bélgica el
26%, en Canadá el 45%, en Finlandia el 39%, en Francia el 18%, en Alemania el 31%, en Irlanda el
25%, en Italia el 19%, en Japón el 18%, en Noruega
el 49%, en Holanda el 43%, en Portugal el 20%, en España el 18%, en Suecia el
51%, en Suiza el 47%, en el Reino Unido el 55% y en Estados
Unidos el 61%.

En América Latina, en Argentina
tiene acceso a Internet el 5.5%, en Brasil el 3.5%, en Chile el 12%,
en Colombia el 1.7% , en Cuba el 0.4% y en México el 2.5%.

Esa situación no mejora en otras zonas del mundo. En
China solamente tiene acceso a
Internet el 1.7%, en Egipto el 0.65%, en la
India el 0.5%, en Filipinas el
2.4%, en Marruecos el 0.17% y en Rusia el 5.2% para no
referirnos a la mayoría de los países de África o Asia. Estos porcentajes los hemos
calculado a partir de la información, originada en numerosas
fuentes, que compila y
actualiza regularmente el INT Media Group (CyberAtlas, 2001).
Estos datos cambian constantemente y en algunos casos no se trata
de los más recientes, pero dan una idea de la dispar
distribución del acceso a
Internet en el planeta.

La brecha digital como la han denominado numerosos
investigadores y activistas preocupados por el insuficiente
crecimiento del acceso a Internet en el mundo menos desarrollado
no se resolverá pronto ni de manera uniforme. Se trata de la
expresión informática de las
desigualdades que cruzan al mundo y también, de las que
existen en cada país. Es pertinente reconocerla para acotar
los alcances de Internet como medio de comunicación. Sin
demérito de las capacidades que tiene en sí misma, la
red de redes no puede comunicar nada en donde no hay equipo ni
capacidad técnica para conectarse a ella.

El siguiente cuadro ha sido elaborado con porcentajes
calculados a partir de una fuente distinta de la anterior y por
eso la proporción de usuarios de Internet respecto de la
población no coincide con las cifras que mencionamos
líneas atrás. Los datos de este cuadro son previos a
los que registra la fuente mencionada en los párrafos
anteriores pero permiten comparar la gran diferencia que hay
entre el acceso a la red de redes y el consumo de otros medios
-el teléfono y la
televisión- en algunos países de América
Latina.

Teléfonos, usuarios de Internet y
televisores en

nueve países de América
Latina.

Porcentajes sobre
población

 

Líneas telefónicas principales

Usuarios de Internet

Televisores

Argentina

20.1 %

2.47 %

28.6 %

Brasil

14.9

2.08

31.6

Colombia

16.0

1.4

21

Costa Rica

20.4

3.8

22

Chile

20.7

4.1

23

México

11.2

2.6

25.3

Perú

6.7

1.6

14

Uruguay

27.1

9.0

52

Venezuela

10.9

1.7

18

Datos elaborados a partir de INEGI, 2001

Es difícil estimar a cuánta gente sirven un
televisor o una línea telefónica pero es usual
considerar que si se encuentran instalados en una vivienda son
aprovechados por entre 4 y 5 personas en promedio. Eso
indicaría que en casi todos los países mencionados en
la tabla anterior la televisión tendría una cobertura
casi completa entre la población, en tanto que la telefonía alcanzaría
cerca del 50% en la mayoría de ellos, sin contar la
existencia de teléfonos celulares que se están
convirtiendo en una alternativa de gran crecimiento frente al
servicio alámbrico en
casi todos los países de la región. En todo caso, la
tabla permite apreciar el abismo que se mantiene entre el uso de
la televisión y el acceso a Internet. La cantidad de
usuarios de la red de redes ha crecido de manera muy notable
particularmente a partir de 1998, pero es posible que ese ritmo
de expansión se detenga dentro de pocos años.

Virtualidad en tres
tiempos

   A lo virtual se le entiende como implícito,
aquello que es tácito o está sobrentendido: "que tiene
virtud para producir un efecto aunque no lo produce de
presente… que tiene existencia aparente y no real",
señala entre otras acepciones el Diccionario de la
Lengua
Española
  de la Real Academia. Lo virtual
es algo que no alcanza su plenitud: aquello que todavía no
es del todo.

   Ante datos como los que
mencionamos en páginas anteriores y que dan cuenta de la
desigual inserción de Internet en el mundo -y entre otras
regiones en América Latina- es posible considerar que la
comunicación a través de la red de redes es
virtual en más de un sentido. Lo es
en la acepción más frecuente que califica como virtual
a la comunicación de carácter digital que no tiene
densidad física y que
articula mensajes y contenidos a partir de la combinación de
bytes organizados merced a un programa de cómputo.

   Pero esa comunicación en un mundo en donde
Internet se ha desarrollado de manera heterogénea, muy
concentrada en el norte y dispareja en el sur, también
resulta virtual debido a su todavía
insuficiente cobertura entre la población.

   En una tercera acepción, podemos considerar
que la que se efectúa a través de Internet es una
comunicación virtual porque no
siempre se completa el camino de ida y vuelta que define al
proceso comunicacional cuando existe de manera completa. Los
medios tradicionales fallan en ese aspecto porque propagan
mensajes enviados por pocas personas hacia muchos destinatarios,
los cuales no tienen oportunidad de replicar.

   La comunicación, decíamos antes, existe
cuando hay receptores y la
comunicación plena se realiza cuando los receptores pueden
responder a los contenidos que han recibido. En tal sentido
Internet parecería el medio de comunicación por
excelencia: cualquier usuario puede ser, a su vez, productor de
mensajes. Por eso Internet ha sido, en sus fundamentos, la
realización de las utopías comunicacionales que, en sus
críticas a los medios convencionales, siempre deploraron la
imposibilidad práctica para que los ciudadanos contasen con
vías expeditas y permanentes para expresarse delante de los
contenidos de la televisión, la prensa o la radio
industrializadas.

   En Internet existe la posibilidad, al menos
hipotéticamente, para que los destinatarios de un mensaje
respondan a él. Ante los contenidos que miramos o recibimos
al abrir una página web casi siempre
hay cauces para que manifestemos nuestra opinión, o para que
los completemos o maticemos con nuestras propias elaboraciones o
respuestas a través del correo electrónico, en los
foros de discusión (chats o tableros
electrónicos) o inclusive colocando nuestras propias
páginas en la Red. Sin embargo esa es una oportunidad que
pocos usuarios de Internet aprovechan.

   Aunque sus características técnicas y
su esquema descentralizado permiten que Internet sea un mecanismo
de comunicación de ida y vuelta, no es frecuente que esa
opción sea utilizada por la mayoría de los cibernautas.
La navegación en la red de redes suele ser fundamentalmente
contemplativa y solo en pocos casos se convierte en
participativa.

   De esta manera la comunicación en la Red es
virtual no solo porque los contenidos que se difunden en ella
carecen de la corporeidad o densidad física que tiene la
realidad, o debido a su insuficiente cobertura en la sociedad. Además se le
puede aplicar ese adjetivo porque no llega a ser una
comunicación en donde los receptores se asumen como
emisores.

   Incluso cuando aprovechan las capacidades de la
Red para hacerse oír y ver y no solamente escuchar y mirar
lo que dicen otros, los internautas tienen pocas posibilidades de
ser atendidos. A menudo colocar una página
web es como echar una botella al mar. Un
usuario de Internet puede armar su propio sitio, contratar un
servidor en dónde
alojarlo y esperar infructuosamente a que sea visitado porque la
oferta de contenidos en la Red
se encuentra dominada por las páginas con mayores recursos
para publicitarse y para ofrecer materiales más vistosos y
abundantes.

   La diferencia, si acaso, radica en que podemos
saber si  esa botella que hemos arrojado al océano de
las redes es recogida por alguien, siempre y cuando el servidor
en el que alojamos nuestra página registre las visitas que
recibe. Además quien lo desee puede replicarnos por
e-mail.

   No hay acuerdo acerca del tamaño de Internet
porque las metodologías para evaluarlo son distintas. Las
empresas y los centros de
investigación que han empleado rastreadores para identificar
cuántos sitios se encuentran alojados en los servidores conectados a la Red
suelen contabilizar domicilios registrados pero que en ocasiones
no tienen contenido, o que repiten el contenido de otros. Un
acercamiento más reciente al tamaño de la red de redes
ha sido emprendido por el Online Computer Library Center de Ohio,
que estimó la existencia de 8 millones 745 mil sitios
web a mediados de 2001 (OCLC, 2001). Esa
cifra se refiere a los sitios y no al número de
páginas web
-un sitio está conformado por una o por más
páginas- y es muy baja en comparación con otras
evaluaciones del tamaño de la world wide
web
, pero constituye una plataforma mínima para
apreciar el crecimiento de la Red. Si comparamos esos datos con
la cantidad de usuarios de Internet en todo el mundo tenemos que
cada vez hay, proporcionalmente, menos sitios.

   Con el propósito de contrastar los datos
sobre sitios web que manifiesta e la
fuente antes mencionada con la cantidad de usuarios que ha tenido
la Red, acudimos a las estimaciones demográficas de la empresa Global Reach. De esa
comparación provienen los resultados que mostramos en la
siguiente tabla.

Usuarios de Internet por cada
sitio
web

 

Número de sitios web (1)

Usuarios de Internet (2)

Promedio de

usuarios por

cada sitio web

1997

1, 570, 000

 70 millones

   44.6

1998

2, 851, 000

117 millones

   41

1999

4, 882, 000

245 millones

   50

2000

7, 399, 000

391 millones

   52.8

2001

8, 745, 000

490 millones

   56

Fuentes: (1) OCLC: 2001 

(2) Global Reach: 2001

   Las cifras son, en todo caso, indicativas. Pero
muestran una tendencia sugerente. Desde luego cada vez hay
más sitios y más usuarios de Internet. Pero todo parece
indicar que los sitios aumentan proporcionalmente menos que la
cantidad de internautas, de tal manera que cada vez tenemos
más usuarios por cada sitio en la world wide
web
. A diferencia de 44.6 usuarios por sitio, en
promedio, que se registraban en 1997, cuatro años más
tarde tuvimos 56 usuarios por cada sitio en la Red. La cantidad
de sitios en la Red creció 557% pero los usuarios aumentaron
700%.

   Ese dato confirmaría la tendencia a la
concentración de las páginas, especialmente las de
mayor audiencia, en menos manos. Además se verifica un
comportamiento cada vez menos activo de los usuarios de Internet.
Aparentemente, aunque sus usuarios eran menos, en los primeros
años de la red de redes había mayor interés e
intensidad participativas en comparación con el panorama que
se dibuja al comienzo del siglo XXI. Los pioneros en el uso de la
Red tenían mayor disposición a la interactividad que
muchos de los internautas que en los años recientes se han
incorporado a Internet.

Internet delante de los otros
medios

   Internet seguirá
definiendo sus propias características que la
distinguirán de otros medios de comunicación. Gracias a
ello se ampliará la oferta de contenidos entre los cuales
los públicos de los medios pueden elegir sus opciones de
entretenimiento, ilustración,
información o incluso educación. Paso a paso, aunque se trata
de trancos que da con gran rapidez, la Red precisará los
rasgos mediáticos que comparte y sobre todo aquellos que no
ofrecen otros medios.

   El continente de los
mensajes en Internet es claramente distinto: se trata de paquetes
de información digitalizada que son conducidos a través
de una estructura reticular, a diferencia de la transmisión
o edición centralizadas que define a los medios
tradicionales. Ese formato nos permite acceder a contenidos muy
diversos, casi ilimitados, desde donde sea y en cualquier
momento: sin restricciones espaciales ni temporales.

   El contenido es en parte
el mismo de los medios convencionales pues las empresas
mediáticas, salvo excepciones, no han sabido diseñar
mensajes peculiares para la red de redes. Al menos en una fase
inicial la han concebido solamente como un espacio adicional para
propagar el material que difunden a través de los canales
tradicionales -es paradójica, digámoslo solo de paso,
la inhabilidad de los grandes consorcios de la comunicación
para entender a Internet como un medio singular que amerita y
exige contenidos, lenguaje, cadencias y estilos
distintos a los que definen a medios como la televisión y la
prensa­­-. Junto a esos contenidos se encuentran muchos
otros, menos respaldados por la promoción de los sitios
con mayor sustento comercial pero de imaginación,
originalidad, versatilidad y abundancia prácticamente
inagotables. Se trata de sitios y páginas
web colocados con el afán de
comunicar de la manera más elemental: sus autores,
simplemente, dicen allí sus verdades e inquietudes buscando
suscitar el interés de otros. Se trata del mismo procedimiento con que se busca
iniciar una conversación en la vida fuera de línea. En
ese sentido a Internet se le puede considerar como el espacio
oceánico en donde se despliegan innumerables pláticas
en busca de interlocutores. De sus usuarios depende que Internet
se convierta en una inagotable y estéril suma de
diálogos de sordos, en simple cháchara inservible y
baladí o, como sería deseable, en una conversación
ilimitada.

   El contexto que Internet
les impone a sus usuarios y aquel en el que se desarrolla como
medio, también está en construcción. Por lo
pronto se ha afianzado como instrumento de consumo personal en
donde la socialización ocurre gracias
a las redes que nos comunican con otros pero no delante de ellas
(como cuando miramos la televisión junto con otros) ni solo
como consumidores pasivos de lo que otros dicen como cuando
leemos en los diarios las ideas o informaciones de otros. Las
vías técnicas para apropiarnos de los contenidos de
Internet evolucionarán de manera drástica y constante.
Pero en lo fundamental, todo parecería indicar que
seguirá siendo esa colección de espejos de la realidad
que ha cautivado e inquietado en los primeros diez años de
existencia de la world wide web, cuya estructura
descentralizada y reticular le confiere una flexibilidad y
agilidad que no tienen los medios convencionales. Tanto o
más que respecto de cualquier otro medio en Internet se
cumple el diagnóstico del
canadiense Marshall McLuhan: las características merced a
las que se propaga contribuyen a determinar el contenido, el
medio es el mensaje.

   La gran pregunta que podemos seguir
haciéndonos delante de Internet es para
qué
nos sirve la sofisticación
tecnológica que nos permite hurgar en el contenido
depositado en las computadoras más remotas, explorar
archivos textuales, icónicos o multimedia, charlar en tiempo
real con gente de la que jamás nos hubiéramos enterado
de otra manera, discutir sobre temas en los que somos reputados
expertos o sobresalientes ignorantes y colocar lo mismo la
información más útil para algunos que la más
anodina o agresiva para muchos.

   Pero esa es una pregunta que sigue siendo
pertinente para todos los medios y nos la hacemos cada vez que
constatamos la programación baladí e
irresponsable que caracteriza a la televisión comercial en
todo el mundo, o las prácticas abusivas que la prensa
mercantil suele desplegar para vender ejemplares.

   Internet, como colección de espejos que es
de la realidad, también reproduce errores, necedades y
excesos de los medios convencionales. Quizá alcance a ser
útil para atemperar, analizar y entender esos rasgos y en
vez de solamente remedarlos pueda contribuir a superarlos. Si la
Red sirve, entre otros propósitos, como espacio para la
discusión, la vigilancia, el contraste y el uso creativo de
los medios de comunicación
tradicionales podría llegar a ser un espacio
auténticamente hiper mediático:
no más allá del resto de los medios ni sobre ellos,
sino capaz de llevarlos a estar al servicio del diálogo entre la gente para
aclarar, distender y entonces resolver sus conflictos y carencias.

   En un mundo creciente y constantemente
comunicado, pero en donde siguen ausentes explicaciones muy
elementales y en el cual las personas y los países suelen
recelar y arremeter antes de dialogar, esa es la gran
conversación que sigue pendiente.

Granja de la Concepción,

Ciudad de México,

diciembre 31 de 2001

Libros y sitios
consultados

-Manuel Castells, The Internet Galaxy,
Oxford University Press, 2001.

-CyberAtlas, "The world"s online populations",

http://cyberatlas.internet.com/big_picture/geographics/article/0,1323,5911_151151,00.html , lectura tomada en
diciembre de 2001.

Luis Ángel Fernández Hermana,
En.red.ando. Ediciones Zeta, 1998. El
texto que citamos fue inicialmente publicado en mayo de 1996.

Global Reach, "Evolution & proyections of online
populations".

http://www.glreach.com/globstats/evol.htm , consultada
en septiembre de 2001.

INEGI, Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, 
México en el mundo. México,
2001.

Online Computer Library Center, "Web characterization",
http://wcp.oclc.org/,
consultada en diciembre de 2001.

Mark Poster, What´s the matter with the
Internet
. University of Minnesota Press, 2001.

Public Broadcasting System, PBS Life on the
Internet
.
http://www.pbs.org/internet/timeline/index.html  Datos de
1997.

Laura Regil Vargas, La caverna digital. Hipermedia:
orígenes y

características. Universidad Pedagógica
Nacional, México, 2001.

Tiffany Shlain, "State of the Web: Glass half
full", entrevista en la página de
Cnet.com: http://news.cnet.com/news/0-1014-201-8159417-0.html,
diciembre 2001.

Charles Soukup, "Building a theory of multimedia CMC", en
New media and
society.
Vol. 2, Num. 4, december 2000.

UCLA, The UCInternet Report 2001 – "Surveying the
Digital.
Future."
 www.ccp.ucla.edu

Artículo extraído del blog Viviendo en El
Aleph
, del autor.

 

 

 

 

 

Autor:

Raúl Trejo Delarbre

unam.mx

Investigador en el Instituto de Investigaciones Sociales de la
UNAM.

URL:  

Partes: 1, 2
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